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Si hay algo de lo que aún nos da un poco de pudor a hablar es del sexo anal. Muchos disfrutan de esta práctica y está mucho más extendida de lo que la mayoría de la gente piensa pero ¿Por qué lo ocultamos?

Recuerdo que en plena juventud (como si fuese una anciana) que cuando hablaba con mis amigas o amigos sobre sexo anal, siempre negaba haberlo hecho. Negaba también algunas otras cosas pero ¿Por qué negar algo que en realidad es tan habitual? Por miedos y prejuicios. Lo primero que se me venía a la mente era «¿Pensará que soy una (inserte palabra fea aquí) por haberlo probado? Sí, sí, seguro lo pensará»
La realidad es que, aunque lo negase, era y es una práctica que me gusta, aunque tampoco es lo que más suelo hacer entre la intimidad de mis sábanas. Contadas son las ocasiones en las que me apetece la puerta trasera pero, aunque no sea lo que mas practique, para mí lo más importante es saber como hacerlo para poder disfrutarla, además no hacerme daño en el intento.
Recuerdo la primera vez que practiqué sexo anal. Un muchacho y una muchacha inexpertos aventurándose en ese inexplorado mundo, sin lubricante, sin juguetes para ayudar a dilatar y poniendo en práctica las malas enseñanzas del porno. Como si eso nos educase de alguna forma. Como si el porno fuese el libro gordo de Petete de la sabiduría sexual.
En el porno se ve muy fácil la penetración anal, tan fácil como cortar mantequilla con un cuchillo. Lo cierto es que, sin conocimiento, suele ser bastante dolorosa y en el porno hay mucho trabajo detrás que desconocemos. Debemos recordar que el porno no deja de ser ficción; es una PELÍCULA y, como pasa en las grandes producciones, hay mucho más de lo que se ve. La actriz/actor antes se ha hecho lavados anales, se ha dilatado la zona y se ha lubricado abundantemente.
Mi primera experiencia fue un desastre, un auténtico desastre. Cierto es que, para mí, la penetración anal nunca resulta indolora cuando comienzo pero, aquella vez fue insoportable ¿Cuál es la postura que más se suele ver en el porno para sexo anal? Si, esa misma que estás pensando, el perrito. Inocentemente apoyé mis rodillas y mis manos sobre la cama y me preparé para la incursión. Que mal. «Quita, quita. No no, más despacio. Quieto no te muevas. Me molesta mucho. Para. No no» En ese momento pensé ¿Debe ser así una relación sexual anal? Pues que rollazo, no me gusta nada.
Digan lo que digan, quieras o no, la experiencia es un grado así que ir cumpliendo años me ha enseñado mucho sobre el sexo. Cuando descubrí los lubricantes, la cosa cambió. Probé varios y algunos incluso me llegaron a dar como sensación de escozor, de picor en la zona, algo realmente incómodo para el sexo anal. Hasta que por fin encontré el Santo Grial: Analyse me! de Pjur. Además Investigué otras posturas hasta dar con la más cómoda para mí.
Antes de iniciar la penetración siempre hay unos juegos previos con algún juguete especifico para la zona. A mi los que más me gustan son los plugs y, si me dan a elegir, las joyas anales me parecen súper acertadas, ya que se deslizan muy bien, tiene un buen grosor para dilatar, no son excesivamente largas y además son ¡Monísimas! Mi manera de utilizarla me mola un montón. Me la pongo un ratito antes con lubricante para que vaya dilatando mientras practico penetración vaginal ¡Es la caña!
La vez que más disfruté de la penetración anal fue después de una cenita con vino tinto incluido. Si, soy de esas mujeres que les va más el tinto que el blanco. Recuerdo que ese día me puse un conjunto de lencería muy mono y sorprendí a mi chico cuando me despojó de él.
–¿Qué es eso?- Preguntó asombrado al quitarme las braguitas y ver un brillante en la zona anal.
-Mi nuevo juguetito, aunque en realidad lo notaremos los dos ¿Te gusta?- Pregunté con cara de pilla.
-Como no me va a gustar…
Empezó a morder cariñosamente mis nalgas mientras me estimulaba el clítoris. Acto seguido me dio la vuelta y mi pubis quedó justo enfrente de su rostro. Levanté una pierna para apoyarla sobre el sofá y despejarle el camino. Su lengua salió de paseo a acariciarme y yo cada vez me iba inundando más. Sus dedos se abrieron paso por mi interior mientras seguía jugando con su boca en el clítoris. Enredé mis dedos por su pelo y tiré de él, acción que obviaba mi orgasmo inminente. Mi cuerpo se contrajo, mis gemidos se incrementaron, el pulso se me aceleraba… Llegó intensamente. Llegó como un torrente de agua bajando por un barranco. Con fuerza, con ganas, con furia. Llegó.
La joya anal había hecho parte de su trabajo pero debía cumplir toda su misión. Me arrodillé en el sofá y le ofrecí las vistas de la parte trasera de mi anatomía. Atacó la zona sin miramientos ni delicadeza, con toda la fuerza que podía en ese instante. Su velocidad cambió y suavizó la dureza de sus embestidas. Gire ligeramnte la cabeza para poder mirar bien su cara y pregunté:
-¿Y ese cambió de marcha?
-Es que estoy disfrutando bien el brillantito este– Comentó mientras su cara no paraba de hacer muecas de placer
–¿Se nota?- Pregunté sin pensar.
-Se nota. Se nota y mucho. Es como estuviese más estrecho, como que hay menos espacio dentro de ti para mí.
Y en cierta manera, está más estrecho. La parte de la vagina queda semi-ocupada por el plug, así que incluso yo notaba esa zona de una manera distinta. Cambié mi postura y le dije que se tumbará detrás de mí. Retiré la joya, apliqué lubricante en la zona anal además de en su arma y, con mucha calma, empecé a resbalar por él. Mientras el arma penetraba en mí, yo misma me estimulaba el clítoris para camuflar esa ligera molestia con el placer que ese pedacito de cielo que mi anatomía me ofrece. Después de tres o cuatro deslizamientos profundos, es imposible recordarlo todo con exactitud, la molestia desapareció y comenzamos a subir el ritmo hasta llegar a velocidad crucero. Unas cuantas sacudidas después, el piloto confirma que está a punto de aterrizar, así que, sale de mí y deposita todo su jugo sobre mis nalgas.
Estuve todo lo que duró el viaje estimulándome el clítoris, así que aceleré para llegar a meta con velocidad. Unos segundos más tarde, mi respiración volvía a entrecortarse, mi pulso se aceleraba, mi cuerpo se contraía…
–Que buen invento este- Dijo mientras sujetaba el plug metálico y lo miraba con curiosidad.
-Y que lo digas, y que lo digas…- Respondí con la poca fuerza que aún me quedaba.
Así que sí, la joya anal fue todo un descubrimiento para nosotros. Un juguete que te permite ser picarona, que ofrece diferentes juegos, ayuda a dilatar un poco la zona para una penetración posterior y además ese juego de usarlo en la relación sexual es ¡La caña!