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Si hay una cita que nunca me pierdo es la del mejor Carnaval del mundo, el de Santa Cruz de Tenerife.
Todos los años cae en una semana distinta, pero al buen carnavalero le entra a principios de febrero un picorcito por el cuerpo que le indica que la fiesta más esperada del año está a punto de llegar.
Sólo una vez no pude asistir y fue la de mi primer año londinense; el resto me las ingeniaba para acumular días en el curro y poder disfrutar de mi carnaval chicharrero.
¿Qué hace falta para disfrutar del buen carnaval de mi tierra? Una peluca, cualquier trapo, mucho cachondeo y botes infinitos de purpurina. En la fiesta cualquier desconocido/a se convierte en tu mejor amigo/a y acabarás entonando con él/ella La ventanita a pleno pulmón en cualquier rincón de la ciudad a las 6:00 AM.
El año pasado aterricé el mismo viernes que empezaba el carnaval de la calle. Fui a casa de mis padres, rebusqué en el altillo entre toda las bolsas de ropa y allí estaba, la bolsa magnífica que contenía toda la magia de la fiesta. Peluca, tutú y una cantidad de purpurina que asustaría a la mismísima campanilla. Tenía unas ganas de cachondeo que no eran ni medio normales.
Esa noche disfruté de los ratitos con mucha gente conocida y otros tantos desconocidos, pero el recuerdo del viernes es el de aquella “pirata” de El Águila que no me quitaba los ojos. Mis amigos no hacían más que meterse conmigo diciéndome que la pirata quería darme con el garfio, pero yo me hacía un poco la interesante. Cuando la música se apagó, se acercó a mí, se presentó como Álvaro y nos intercambiamos los teléfonos. A partir de ahí, lo que ocurrió fue pura magia del carnaval chicharrero…
¿Quieren detalles? Los tengo muy mal acostumbrados eh… Ya saben que soy mucho de darlos, incluso los más imperceptibles porque me gusta recordar y revivir todo lo que pasó al escribir cada línea. ¿Quieren saber qué pasó con Álvaro? O por el contrario… ¿Prefieren que les cuente en nuestra próxima cita lo que pasó con la pareja de funcionarios guaperas? Lo dejo todo a vuestra elección.
Besos, achuchones y… ¡Que llueva la purpurina!
¡Muacks!