En estas fechas me gusta verme radiante. Peluquería, manicura, cuidado de la piel… Pero la guinda del pastel siempre es un buen aroma. Cuando paso al lado de alguien que me embriaga con su olor, desata en mí un sinfín de pensamientos y sensaciones.
Y teniendo esto último en cuenta y considerando que para mí es importante, me dispongo a satisfacer mis necesidades olfativas y a ensimismar con mi aroma a todo aquel que se me acerque. Así que después de esa ducha reconfortante, hidraté mi piel con este maravilloso aceite natural de la marca Shunga, Reina indiscutible de la cosmética erótica mundial.
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Me miré al espejo y me veía ahí, desnuda, con las piernas y el culo bañados de aceite y me dije “que bien me sienta la mi isla”. Cogí de nuevo el bote y derramé el aceite sobre mi piel, haciendo que se deslizara por mis pechos. En un instante, se me vino a la mente: Matías.
Matías y yo somos el «comodín» el uno del otro. Nos vemos de vez en cuando para algo más que hablar, pero además del sexo hay una fuerte amistad. Cogí el móvil como pude y comencé a grabarme mientras vertía más de ese líquido dorado sobre los pechos y frotaba la zona con cierto esmero, haciendo hincapié en los pezones y dedicándole unas palabras subiditas de tono al receptor del vídeo.
Y, cuando ya estaba a punto de enviarle el vídeo, entra una llamada. El número no aparece como contacto así que contesto pero con cierto recelo. Identifico casi inmediatamente esa voz.
-¡Valentina! ¿Qué tal todo? Cambié de número, así que guarda este que es el nuevo. A propósito, ya que estamos aprovecho la llamada para intentar quedar…
Matías. Era Matías. Tendré que empezar a tomarme más en serio el tema de la telepatía. Cuadramos hora y lugar, coincidiendo con el café que está a dos calles de mi casa. Después de veinte minutos de miradas, olisqueo disimulado (Deberíais oler a Matías), roces y sonrisas picantonas, decidimos subir a mi piso. Una vez en el ascensor, me agarró por la cadera, apoyó mi cuerpo en la pared, y comenzó a besarme con cierta efusividad. Noté su erección casi al instante clavándose en mi vientre mientras mis pechos eran aplastados contra su torso. La verdad es que no podría decir quién tenía más ganas del otro. Abrí la puerta con prisa mientras él me abrazaba por detrás, besaba mi cuello y lo notaba duro en mis nalgas.
Y… ¿Qué pasó luego? Eso me lo reservo. Lo único que puedo contarte es que el perfume de feromonas que me puse antes de salir de casa, junto con el aceite de después de la ducha, hizo el efecto deseado, superando incluso las expectativas que tenía sobre ellos.
Nos leemos pronto pillines.
Besos, Valentina.